Cuento de la bella y la bestia
Érase una vez un mercader que había perdido su enorme fortuna. Un día, debió viajar a un lugar muy lejano y les preguntó a sus hijas qué querían a su regreso. Sus dos hijas mayores pidieron joyas y vestidos, sin considerar la situación de su padre. Pero la hija menor, a quien todos llamaban Bella, dijo:
—Padre,
solo te pido una rosa de pétalos rojos.
El
mercader, en su camino de regreso, tuvo que atravesar un bosque muy espeso. Era
una noche oscura y buscó un lugar donde dormir. Después de un rato, divisó a lo
lejos un enorme castillo y se dirigió hacia él. Al acercarse a la puerta, esta
se abrió por sí sola y al no escuchar respuesta, el mercader entró, fue al
comedor, se sentó a la mesa y comió los alimentos servidos en ella. Luego,
encontró una habitación y se acostó en una cama suave y esponjosa. Antes de
dormir, se dijo:
“El
dueño de esta casa y sus sirvientes, no tardarán en dejarse ver. Espero me
perdonen la libertad que me he tomado”.
Al
día siguiente, al salir del castillo, se detuvo a admirar un hermoso rosal y
arrancó una de sus rosas, con la intención de llevársela a Bella.
De
repente, una bestia de aspecto feroz que llevaba una ropa de seda fina saltó de
un arbusto:
—¡Te
di comida y una cama para dormir! ¡Y ahora, estás robando mis rosas! —dijo
rugiendo.
El
mercader estaba avergonzado y asustado, con voz temblorosa le ofreció
disculpas. La bestia decidió dejarlo ir solo si prometía enviar a una de sus
hijas al castillo. El mercader estuvo de acuerdo y corrió a casa. Desconsolado,
les habló a sus hijas acerca del encuentro con la bestia. Las dos hermanas
culparon a Bella por la suerte de su padre:
—Esto
no hubiera sucedido si hubieras pedido vestidos o joyas —dijeron.
Sintiéndose
responsable, Bella aceptó quedarse con la bestia.
La
bestia trataba a Bella con mucha bondad; le ofreció la habitación más grande y
le permitió recorrer su hermoso jardín. En las noches, Bella se sentaba cerca
de la chimenea y cosía mientras la bestia le hacía compañía. Al principio,
sentía miedo de la bestia, pero poco a poco empezó a agradarle.
La
bestia, sin poder contener sus sentimientos, le pidió a Bella que se casara con
él, pero ella se negó. No podía olvidar su horripilante aspecto. Aun así, la
bestia continuó tratándola con generosidad y mucho amor.
Como
Bella extrañaba mucho a su padre, la bestia le dio un espejo mágico y dijo:
—Mira
el espejo y podrás ver a tu familia. Nunca te sentirás sola.
Un
día, Bella miró el espejo y y vio que su padre estaba muy enfermo. Entonces,
fue donde la bestia suplicando y llorando:
—¡Por
favor, déjame ir a casa! ¡Solo quiero ver a mi padre!
La
bestia rugió encolerizada:
—
¡No! Nunca dejarás este castillo.
Al
decirlo, salió de la habitación. Pero después de un tiempo, se acercó a Bella y
dijo:
—Puedes
ir a quedarte con tu padre por siete días. Pero debes prometerme que
regresarás.
Bella,
muy feliz, estuvo de acuerdo. Luego, se fue a quedar con su padre, quien pronto
se recuperó con su presencia.
Bella
se quedó con su familia durante más de los siete días, se había olvidado de la
Bestia y su castillo. Pero una noche, tuvo una terrible pesadilla en la que vio
a la bestia enferma de gravedad.
Bella
regresó al castillo de inmediato, al ver a la bestia débil y enferma le dijo
entre sollozos:
—Viviré
contigo para siempre.
Con
solo decir estas palabras, la bestia se convirtió en un apuesto príncipe y
dijo:
—He
vivido bajo una maldición todos estos años y solo el verdadero amor pudo romper
el encanto.
La
bella y la bestia se casaron y vivieron felices para siempre.
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